El color de la camisa a cuadros de Iñaki no podía ir más a juego con el local. Conociéndole como le conozco, hubiese jurado que lo había hecho deliberadamente. Rosita palo, muy gayer, como el barrio. Encajaba a la perfección con el restaurante, que estaba revestido de todas las posibles tonalidades de fuxia y salpicado con grises y blancos, sillones románticos y abotonados de terciopelo, espejos con marcos barrocos y sillas Luis XVI. No ...
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