Recuerdo cuando en mi época de estudiante en Melbourne decidí patearme los coffeeshops del centro de la ciudad preguntando si necesitaban alguna barista. Por aquel entonces mi escueta experiencia profesional y justito idioma no me permitía mucho más que dedicarme a profesiones tan dignas como la de dependienta o camarera con el único objetivo de poder ganarme unas perrillas para pagarme las excursiones a ver canguros, aborígenes, bosques salvajes, piedras sagradas y ...
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