EL MANDIL, O CÓMO LO HUMILDE SE HA PUESTO DE MODA

Entre los diversos quehaceres diarios de mi existencia de aprendiz de ejecutiva, tengo la suerte (eso sí, muy de cuando en vez) de escuchar, y cuando la fortuna me corteja, de conocer, o llegado el caso, incluso de conversar, con personalidades que hasta al lector más ingenuo de mi blog no dejarían indiferentes.

Recuerdo este año comentar al astronauta nacido en el barrio de San Blas Pedro Duque, sondeado por una sagaz periodista sobre la vida más allá de la tierra, que “el universo es tan infinitamente grande, que no podría afirmar lo contrario”, razonándolo subsiguientemente con estadísticas. O al sociólogo Zygmunt Bauman, fumando tabaco en pipa mientras con aire taciturno advertía cómo “la humanidad ha olvidado ser feliz”, preocupado por este tiempo de incertidumbre en el que la vida virtual ha motivado la pérdida de las relaciones sociales o afirmando como “lo que se consume y se compra son solo sedantes morales que tranquilizan los escrúpulos éticos”. Ahí lo dejo.

Sin embargo, si pudiese resaltar con la candidez y obligado respeto de una junior de profesión, una conversación que haya disfrutado últimamente, ésta sin duda ha sido la del periodista, y ahora amigo, Antonio San José. Surgió en uno de esos días en los que sabes que no te cambiarías por nadie, en el que Antonio me dedicó generosamente tres horas de una comida sin móviles, y en que el que la vida se burla y te sorprende apareciendo en medio del frenesí de nuestras rutinas un oasis fugaz de sensatez y conocimiento que saborear y disfrutar.

La mayor virtud de Antonio no ha sido presentar el programa Cara a Cara en CNN+ durante años o su trabajo en TVE o RNE. Sin duda, lo que más me llamó la atención del comunicador fue algo que no siempre acompaña a los reconocimientos profesionales: su humildad, aliada de su modestia y bondad. Antonio me ofreció sin pedir nada a cambio sus reflexiones que surgían de forma espontánea y desinteresada entre las rendijas de la conversación, explicándome cómo en la vida hay «personas corcho» a las que quieres agarrarte como él y «personas plomo» que debemos evitar, cómo la felicidad es la suma de pequeños instantes que puedes apuntar en un cuaderno, y que, como esa misma comida, se cuelan entre las grietas de nuestros deberes diarios.  Ya lo decía Descartes: “Los más generosos acostumbran a ser los más humildes”. Sin duda, Antonio es uno de ellos.

Y es que la humildad vuelve a estar de moda. Lo hemos visto con el fallecimiento de Mandela. Jamás un líder había reunido tantos jefes de estado, personajes del mundo social o empresarial juntos, rindiendo homenaje a su principal virtud: la de ser humilde.

Quizá sea porque llega la navidad con su espíritu pastoril pero es curioso porque últimamente la reconozco en todas partes, y también cotidianamente en alguno de los restaurantes que he visitado en los últimos días.

Tal es el caso de El Mandil, un restaurante de cocina tradicional y ambiente moderno pero también, un restaurante en armonía, que sin hacer ruido y aún en pleno barrio de Malasaña no da más de lo que pide, ofreciendo una carta honesta a modo de tasca del Siglo XXI.

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Ofrecemos lo que otros muchos, pero con una calidad mejor, con una oferta para todos los días”, comenta su dueño Luis Mendiola, piloto recién aterrizado en el mundo de la restauración, sencillo como su local y con la falsa modestia del propietario que sabe que su restaurante se ha puesto de moda. Porque a este establecimiento, no sólo van los modernos del barrio que dan personalidad al exterior con arte urbano, sino también el albañil, farmacéutico o ejecutivo de la zona.

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Un local hecho a imagen y semejanza de su vecindario que meses antes acudía a este mismo bar de la foto y propiedad de la familia Colom, que sorprende por la redecoración de la mano de Diego Gómez, amigo de Luis. Aquí tenéis el antes:

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Y el después:

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Invita a entrar la barra y pizarra manuscrita del local, con mesitas altas y sillas provocativas que despistan de los  tentadores pinchos expuestos, a un precio modesto en torno a 2,5 euros cada unidad.

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Y al fondo, el comedor, más acogedor, pero con la sencillez y el ruido propio de una taberna:

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Provisto de una decoración más romántica de ladrillos, maderas, macetas, regaderas y otros objetos cono percheros salpicando las paredes.

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Especial hincapié en su cocina a los orígenes bilbaínos de Luis que disfraza con algunos platos mediterráneos de la carta. “Mi plato favorito son los calamares de potera rebozados” siempre bajo su leitmotiv, “productos de mercado seleccionados”. Y doy fe de que después de haber probado esos calamares, sin duda también se encuentran entre mis predilectos.

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En la selección, se adivinan también platos con ligeros toques creativos entre los clásicos de siempre, como como los huevos rotos con jamón y aceite de trufa o el salmorejo cordobés con virutas de jamón ibérico y huevo cocido.

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Otras de las especialidades son la parrillada de frutas y verduras con queso de cabra, los pimientos de Gernika o la ensalada de Chef Morenotti, fusión de tomate pata negra con jamón ibérico y aceite de cebollino (foto), que también degusté, y muy generosa en cantidad:

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Aunque ofrecen también pescados como el tataki de atún de almadraba con mermelada de pimientos y wasabi  o los lomos de merluza de pintxo con escolta de gambas y polvo de jamón, Luis nos recomendó algunas carnes, como el chuletón de carne de Buey, traída de su tierra, premio a la mejor carne para la parrilla en el concurso Gastronómico de San Sebastián, el  kilazo trinchado a la parrilla de carbón con guarnición o la presa ibérica con manzana y salsa de miel que probé en pintxo (foto), o alguna de sus hamburguesas como la de  trufa y foie con caramelo de cebolla.

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Y por supuesto, pintxos fríos (rollito de salmón ahumado con crema de queso y aguacate o steak tartar picante o no) o calientes como el de solomillo de buey con foie trufa y caramelo de cebolla  o huevos trufados con patatas paja y jamón ibérico (foto), algo más sencillos: 14

Los precios más que oportunos quizá son lo mejor del restaurante, raciones desde 9 euros, y  carnes y pescados alrededor de 15 euros. Pero si vas a El Mandil, sin duda tienes que hacer un hueco a los postres, en concreto al brownie de chocolate con nueces y helado de vainilla o las galletas oreo con yogurt helado y chocolate blanco, cuyo precio es de 4,5 euros.

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Además, espectacular la tarta de queso con mermelada de arándanos y su coulis. Eso sí, obligado compartir, porque como ves son espléndidos.

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La carta de vinos, también honrada y algunos de los favoritos de Luis, que imprime su personalidad en la oferta: Sierrra Cantabria (Rioja), Finca Resalso (Ribera del Duero), Tagonius (DO Madrid), Juan Gil (DO Jumilla) o Vizconde de Barrantes (Albariño).

En definitiva, un local honesto, sin pretensiones, de cocina tradicional y ambiente moderno, con raciones abundantes y calidad en la materia prima. Su política de menú del día a 9 euros y precios equilibrados le está valiendo la garantía de mantenerse en un barrio que bulle y cambia cada día. Anotado para volver.

PD: Gracias Luis por estas increíbles fotos!

Precio medio: 20 euros

Dónde: C./ Colón, 5

Tel.: 91 531 62 55

Web: http://elmandilmadrid.com/

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