BIENVENIDO MR FRANK!
Es curiosa la relación directamente proporcional entre el stress profesional y mis ganas de escribir. Así que después de un día de esos de hacer yincanas laborales e ir saltando de reunión en reunión aviso para navegantes que hoy mi post pinta ser de los que me enrollo.
Amanecí el pasado viernes cinco minutos antes de que sonase el despertador evitando así ese perturbador sonido con el que diariamente abro el ojo y los consecuentes saltos de Napoleón sobre la cama para sacarle de paseo. Se oía llover estrepitosamente desde mi habitación, lo cual me hizo pensar en lo agradable que era permanecer debajo del edredón y en esa sensación de paz, a salvo de cualquier peligro que sobreviniese desde el exterior.
A pesar de esa serenidad embriagadora, tenía ganas de comenzar el día. No sabía por qué, pero estaba simple y llanamente, FELIZ. Tras mirarme en el espejo y ver que a pesar de haberme acostado tarde la noche anterior sorprendentemente no tenía ojeras, puse las noticias de la TVE1: “España sale de la recesión”, dijeron en titulares. Me quedé mirando anonada a la presentadora, que por primera vez en muchos meses me contaba una noticia positiva para alegrarme la mañana. Eso si que era un hito mediático.
Cuando me disponía a sacar a Napo a la calle, de repente el conserje me paró y me dijo “Pilar, le ha llegado un paquete”. Era mi nuevo felpudo de casa, aquel felpudo moustache que tanto había buscado por Internet y que por fin, era mío. “Es curioso el significado simbólico que puede tener un felpudo” pensé. Triunfalmente, y tras meses de idas y venidas a casa de muebles, mercadillos de anticuarios y objetos de decoración, mi nueva casa, con aquel bigote recibiendo delante de la puerta, era ya un verdadero HOGAR.
Suelo pasar de camino al parque por esa panadería artesanal que tanto me llama siempre la atención, Kosmen & Keiless, y siempre miro de reojo el mostrador para ver si ese día han hecho cookies de Halloween o bien toca tarta de zanahoria. Esa mañana había muffins, así que me dije que por qué no cambiaba la tostada del desayuno por el de chocolate blanco y frutos rojos…Y me lo compré.
Como remate de mi felicidad extrema (muffin en mano), para mi sorprensa, de vuelta del parque, el prototipo clásico de obrero que todos tenemos en la cabeza me dijo “guapa”. No os imagináis las pintas que puedo llevar a las 7 de la mañana recién levantada sin haber pasado por chapa y pintura. Y lógicamente, en aquel momento ya me empecé a mosquear, e incluso miré a mi alrededor para ver si estaba viviendo la segunda parte del Show de Truman y aquello estaba repleto de cámaras y figurantes.
Tras ponerme el uniforme de oficina, me subí en el coche y ahí estaba como todas las mañanas Carlos Herrera en ONDA CERO hablando una vez más de Pasión de Catalanes, por lo que implorándole su perdón, me bendije ante el consiguiente sacrilegio que me disponía a hacer, y cambié en el dial la emisora a KE BUENA. Sí, he decidido salir del armario y contaros que de vez en cuando me gusta el reggaetón. Sin comentarios.
Era, sin duda, mi día de suerte. Fue ahí cuando me acordé de aquello de que si fue antes el huevo o la gallina, y de si “porque las cosas me estaban yendo bien yo estaba feliz” o viceversa, si “por estar feliz las cosas me estaban yendo bien”. Entonces caí en la cena del día anterior. Pensé en aquello que mi amigo Alberto, asiduo del yoga, tantra y ejercicios de retiro espiritual varios de fin de semana, me dice a menudo, que hay que rodearse de personas positivas, porque todo es un tema de energías y de karmas y la energía se transmite.
El caso es que había estado tomando algo con Mr Frank, o lo que es lo mismo, Don Paco para los amigos. Era el propietario y alma mater del restaurante del mismo nombre y hecho a su imagen y semejanza. Y lo cierto es que hacía tiempo que no conocía una persona tan positiva y apasionada por su trabajo, así como un establecimiento que transmitiese tan buen “rollo”.
Aterrizado en enero directamente de Miami Beach y conservando aún el American Style y la camisa negra de Juanes, después de dar diversos periplos durante años y años por el mundo como responsable de varios hoteles de la cadena Meliá, decidió volcar los conocimientos de sus estudios en hostelería y trasladar su proyecto de restaurante que tenía previsto abrir en Miami al Barrio de las Letras de Madrid. Aquí tenéis a Don Paco!
Así que se mudó en enero a España, y abrió pocos meses después y antes del verano las puertas de este nuevo comedor ubicado en la calle peatonal de Jovellanos. Mucho mejor que Miami, sin duda…
Me acompañaba en la cena el alma libre y fotógrafo que tengo por amigo y que me hace intantáneas tan espectaculares como las que ilustran este post, Luis, que venía literalmente calado de agua y con casco anti-disturbios en mano de la manifestación contra el Ministerio de Educación (que está a tiro de piedra del restaurante) para ver si conseguía hacer algunas fotos que después colocar a Associated Press.
Nos recibió un Grego encantador, que hizo de mecenas y nos contó que el local era una antigua bodega del S. XIX, redecorada por las Hermanas Pombo, Alenjandra y Patricia, basándose en un cierto aire juvenil y objetos variopintos, como coladores , macetas, latas de pintura emulando pantallas de lámpara o hechas con mimbre y botellas de agua recicladas (si no me equivoco, son de PETLAMP, impresionantes!):
Con el fin de dar cuenta de todo aquello, visitamos hasta el baño y descubrimos una antigua lechera por lavabo:
Con dos plantas, la parte de arriba tiene ventanales enormes y con un diseño hogareño y rústico, entre ellos, unas caretas de toros de mimbre que me llamaron la atención:
Y un techo siempre abovedado redecorado con pallets de madera y flores:
La parte de abajo es una cueva típica madrileña con luz natural, donde destaca una mesa de la maternidad de O’Donnell que ha visto nacer a casi la mayoría de madrileños porque tiene 150 años así como una original barra de mosaicos de aire griego:
Sin duda, es un local que cuidaba todos los detalles, como se apreciaba en las velas dispuestas a lo largo de la escalera:
El público, que oscilaba entre 27 y 45 años, era sin duda gente moderna y guapa, y algunos famosos del colorín como Carla Goyanes o Lidia Bosch ya había pasado a conocerlo, según Grego nos contó. Ya en la mesa, de pino tratada y sillas entremezcladas, descubrimos un servicio sin mantel (a mí esto no me termina aún de convencer aunque sea muy moderno) y la carta, realizada por David Núñez, antiguo compañero de Paco que trabaja en el hotel Gran Meliá Colón de Sevilla.
Todos productos de aire mediterráneo son de los mercados de los aledaños y de la misma materia prima que comeríamos en casa pues Paco no es amante de los grandes proveedores. Los platos rondan entre los 6 y los 12 euros, así que el precio de la comanda final es bastante asequible.
Como entrantes, destaco el salmorejo de cereza con pistachos repelados, anchoa ahumada y nieve de queso feta, pulpo asado con rebuchon de patata y aceite de pimentón, una de las especialidades, o crujientes rellenos de langostinos, novedad esa noche en carta y que pudimos probar, aunque nos sorprendieron más los segundos:
en relación a las carnes, resalta la presa lasqueada con castañas caramelizadas y salsa de frutos del bosque (que sustituye a la que actualmente hay en la carta con mousse de huevo frito), carrillada de cerdo ibérico al pimentón con cremoso de patata o el magret de pato laminado con salsa de naranja y plátano, y que también degustamos, curiosa composición pero que combinaba muy bien:
Y entre los pescados, abadejo rebozado sobre tallarines de pimiento de piquillo (que sustituye a la corvina de la carta), tataky de atún rojo con mayonesa de soja y alga wakame, taco de salmón sobre crema de hinojo y cebolla negra o este atún envuelto en polvo de Kiko con vinagreta de mango que tanto nos gustó:
De postre, todos ellos a 4 euros, tuvimos la suerte de probar una degustación de tartas caseras, de manzana queso y chocolate, así como helado y brownie, y doy fe de que todos estaban riquísimos y que son caseros, realizados por una repostera americana y que cambian cada día, pues no tienen carta de postres:
La carta de vinos, muy sencilla pero incluye los básicos. Como nuestra elección iba más de pescado que de carne, nos decidimos por un Godello Montenovo pero entre los bancos, también tenían Chardonnay o Verdejo. Con la carne probamos un tinto roble Alto de los Zorros de Ribera del Duero, aunque también incluían riojas o alguna denominación de origen de Madrid, Extremadura o Bierzo.
Aunque a mediodía el público es más internacional y cae algún que otro turista, ofrecen un menú del día entre 7,50 y 12 euros, dependiendo del número de platos que pidas de la carta tradicional y que incluye bebida pan y postre.
En definitiva, un restaurante con aire yanqui y made in Paco, de target joven y ambiente distendido, con su propietario y camareros implicados con los clientes (Paco suele servir todos los postres), música actual, y sobretodo, buen rollo.
Welcome to Madrid, Mr Frank!
Precio medio: 25 euros
Tel: 91 420 45 54
Dónde: C./ Jovellanos, 6
Hola Gastrónoma, soy seguidora de tu blog y estuve la semana pasada en Mr. Frank animada por esta recomendación y quería contar lo que me pareció… (reconozco que he hecho una crítica igual en otro blog que también sigo). Aunque el restaurante en general no está mal (decoración cool, aunque un poco manida ya), el servicio, sinceramente, fue realmente pésimo. Un aspecto, el del servicio en los restaurantes, que a pocos blogs veo hacer referencia y creo que es casi tan importante como la comida.
En mi caso éramos 9 personas (el sitio no es muy espacioso y no estábamso especialmente cómodos, pero eso no tuvo importancia) y el problema vino cuando al pedir nos dice la camarera que no pueden servirnos a la vez a los 9 porque no tienen cocina para ello, ni tampoco platos calientes para todos. ¡¿Cómo?! Lógicamente habíamos reservado, así que nos esperaban a los 9 (vamos que no nos presentamos de imprevisto un batallón de soldados hambrientos a las 3 de la mañana). En fin, nunca había visto nada igual, pero como estábamos de celebración y mover a 9 personas a las 22:00 es difícil, decidimos quedarnos y pedir una mezcla de raciones frías y calientes a compartir; las cantidades muy muy justitas, por cierto, aunque esto es ya lo normal en cualquier restaurante, pero por lo menos, sabiendo que éramos 9 y que dijimos expresamente “vamos a pedir raciones al centro para compartir” podrían advertir de que de éstas apenas pueden probar 2 o 3 personas, y así pediríamos más de cada plato. Y la noche siguió así,..que bueno, no me quiero enrollar con batallitas personales, tan solo quería mencionar el servicio de mr. Frank, desde mi punto de vista bastante desconocedor del mundo de la restauración… (y eso que una de nosotras conocía a la encargada de muchos años del cole y en cierto modo teníamos atención “privilegiada”) .
Me ha pasado ya en varios restaurantes nuevos (y algunos bastante caros por cierto) y empiezo a sospechar, con tristeza, que empieza a ser la tónica habitual (¿dónde quedó esa profesionalidad de los camareros de la que presumían los restaurantes de Madrid?). Y no lo entiendo, la verdad, porque atender bien es gratis (o no más caro que hacerlo mal). ¿Por qué no ponen más empeño en ello en estos tiempos de penurias económicas, en vez de en tanta floritura decorativa (aunque sea reciclada o esté firmada por ikea)? Ojo, que la comida estaba muy buena, y del precio tampoco tengo queja, pero creo que últimamente abundan los restaurantes que se creen que con poner mesas de madera sin tratar, decoración handmade, sillas antiguas de metal decapadas y otros muebles vintage basta para ser un referente de la gastronomía madrileña. Mmmm… no, creo que los clientes, que al fin y al cabo somos los que nos dejamos los cuartos, nos merecemos algo más que un atrezzo para posturear y hipstear en instragram, que es en lo que parece que se han convertido los restaurantes hoy.