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MESTIZO, UNA HISTORIA DE AMOR A LA MEXICANA

Me levanté con varias llamadas de Juan en el móvil. “Llamameeee”, decía un mensaje escrito a la desesperada a primera hora de la mañana. Era el jueves de puente y ese día había decidido dormir más de lo normal, sin haber llegado a percatarme aún de que el mundo se estaba acabando a mi alrededor.

Mi amigo me hablaba jadeando, con palabras aceleradas. Necesito que me recomiendes un mexicano!!!”. Se trataba de la chica del chat, la que había conocido hacía escasas 48 horas en una de esas aplicaciones móviles que te ayudan a conocer a personajes variopintos y que, en muchas ocasiones, flaco favor hacen a nuestro amigo Cupido.

Recurrí a Spotify y vacilé entre si decantarme por las letras de Maná o los versos de Luis Miguel por aquello de inspirarme mientras cogía fuerza con unas austeras tostadas pero finalmente me decidí por Los Panchos. “Si tú me dices ven…”.

Una hora después Juan ya estaba llamando a mi puerta. Estaba claro que aquello se trataba de una cuestión de vida o muerte. Y es que aquella mañana, poco importaba si México entraba en una Guerra Civil, Peña Nieto era denunciado por corrupción o había un terremoto en la Rivera Maya. Aquel día, el país azteca sólo era sinónimo de una cosa: Julieta.

Así se llamaba la chava. Con el fin de complementar la información, Juan me enseñó su foto, “mira tiene un aire entre Paulina Rubio y Thalía”. Desconozco las evidencias en las que se basaba Juan para aseverar semejante afirmación, porque a mí se me parecía más a La Chilindrina de «El Chavo del 8″, obviando no decirle nada con el fin de no apagar la poca llama que podía haber en aquella relación virtual, construida en ese sólido canal de comunicación como el Whatsapp.

Con esos consistentes indicios, más allá de una nacionalidad y una foto, mi suerte de aquel día estaba echada y consistía en hacer mis pesquisas para tirar un capote a mi colega y que aquel encuentro prosperase, por lo que me lo tomé más como una misión propia de Scotland Yard que de una gastrónoma aficionada, siendo mi pobre amigo Juan, que no era caracterizado precisamente por ser el Giacommo Casanova de las relaciones amorosas.

Lógicamente, el primer mexicano que se me vino a la cabeza fue el ya consolidado como el azteca de la capital Punto MX, que tampoco pasaba nada porque por una vez Juan aflojase la cartera. Pero mis dotes gastronómicas no llegan a hacer milagros, así que teniendo en cuenta que la reserva era cosa de unas horas, hubiese sido imposible conseguir una mesa. Volví a mirar la foto de La Chilindrina y pensé en un amago de solidaridad femenina que en el fondo aquella chica se merecía al menos y por si la cita al final no acompañaba, cenar en un restaurante decente.

Reflexioné sobre las últimas aperturas, dejando de un lado los manidos tex mex, y me acordé del reciente establecimiento de la calle Villanueva, La Lupita, y del modernete barra cultureta barra gasfasta barra hipter de Chueca, Tepic . Ambas eran opciones viables, pero aquello tampoco se trataba de impresionar con la última apertura más in de la capital, lo cual no hubiese pegado a nada Juan, que pecaba más de rancio que de cool hunter. Desestimando otras propuestas horteras de mariachis, ponchos y cantinas, reflexionamos sobre otros más tradicionales como La Taquería del Alamillo o Entre Suspiro y Suspiro, pero tampoco terminaban de convencernos.

Ándale Mapi, piensa en un restaurante que esté padrísimo, wuey!”, me presionó Juan. Y entonces… OCURRIÓ. Aquel acento con poca gracia me trajo a la cabeza una entonación familiar que hacía semanas había escuchado: la de Armando. Mi querido y bonachón Armando, capaz de salpimentar cualquier cena con sus anécdotas. Dispuesto a enseñarte con pasión sus fotos con Emma Thomson, Masiel o Vargas Llosa reveladas a la antigua y colgadas con orgullo en cuadritos desaliñados, y encargado de un restaurante que todo encajaba con aquella investigación: MESTIZO. BINGO! Habíamos dado con el establecimiento perfecto.

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Auténtica comida mexicana, mezcla – y de ahí el nombre- del elemento indígena influenciado por olores centroamericanos, coloniales, europeos y otros lejanos lugares. Un restaurante tradicional, consolidado con sus 3 años de vida en el epicentro de Madrid, el 13 de la Calle Recoletos, con una buena relación calidad precio, ni muy clásico ni muy moderno, ni muy pintón ni muy austero, modesto en el continente pero no en el contenido, y referencia obligada para muchos madrileños pero también para otros tanto mexicanos y latinoamericanos de la capital española.

El diseño interior del establecimiento recreando una atmósfera 100% mexicana, con pisos de madera, paredes rojas sencillamente decoradas con el famoso calendario azteca, la serpiente bicéfala, un gigante de Tula y la representación del dios Quetzalcóatl, grandes motivos prehispánicos, no podía sino agradar a la desconocida comensal.

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A lo que se añadía un típico patio y un bar con suficiente tequila y Margaritas como para amenizar cualquier velada por rancia que fuese.

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En la carta, sabores y olores aztecas con productos autóctonos como maíz, frijol, chile y pimiento, junto con el aguacate, el tomate, el camote, la guayaba … y por supuesto, el chocolate, para muchos, incluido Juan, la mejor aportación de los Aztecas por encima de sus ideografías o pirámides. “Quizá deberías darle un repaso a la historia y actualidad de México…”, me aventuré a aconsejarle.

Pero ahí no había margen de desviarse del objetivo, que no era otro que estudiarse la oferta, por lo que lo siguiente consistió en un análisis detallado del menú. Dejando atrás el clásico guacamole con cebolla, cilantro, tomate, chile serrano y lima, servido con totopos, y propio de cualquier restaurante de medio pelo que se precie, Juan debía decantarse por alguna de las especialidades si quería apostar a caballo ganador.

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Había que analizar con detalle tan variada oferta, así que le di algunos tips. Como antojitos o entrantes, están, por ejemplo, los Tamales, o lo que es lo mismo, una masa de maíz envuelta en su propia hoja y cocinado al vapor con relleno a escoger, pollo con mole, cerdo en salsa verde o queso con rojas. También las Flautas de pollo con salsa de tomatillo verde, queso fresco, nata y lechuga o las jaladas, chiles jalapeños, rellenos de queso servidos con nata.

Le recomendé que mejor se decantase por las Quesadillas, que había probado previamente y estaban riquísimas, y por aquello de ser original, pedirlas con diversos rellenos: de queso, champiñón y cebolla o de flor de calabaza, y si las pedía con rajas (una especie de pimiento) con crema o con cuitlacoche, una especie de hongo comestible, con un sabor delicado y ahumado y una curiosa textura, llevarse el gato al agua estaba más que asegurado.

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Respecto a los principales, podía elegir entre gran variedad de platos:

  • Molcajete mestizo, la especialidad de la casa, servido en un mortero de Piedra volcánica y servido con aguacate, chorizo, queso, cebolleta y cilantro de pollo, ternera…
  • Pechuga de pato bañada en una salsa a base de cebolla asada, ajo, tomatillo verde, zumo de naranja, chile pasilla, nueces fritas, ciruelas y especias mexicanas o
  • Mole poblano, un clásico de MESTIZO, medio pollo bañado con la auténtica salsa mexicana, hecha a base de más de 20 ingredientes entre ellos chile secos, almendras, ajonjolí, canela, clavo y chocolate:

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La amplia carta seguía sin tener fin, así que decidimos también repasar otros platos, que ya que nos habíamos puesto se trataba de conseguir el sobresaliente. Crepa rellena de verduritas y cuitlacoche, Enchiladas de diversos tipos, es decir, tortillas de maíz rellenas y bañadas con diferentes salsas, y también Carnes, Pollos, al tequila, arriero o bañado en verduras… y Camarones al tequila o al tamarindo.

Como alternativas, pues tenía que llevar todos los ases posibles en la manga, le propuse decantarse por otro plato que me había gustado mucho de MESTIZO, el Chile poblano (pimiento mexicano) rebozado y bañado en un caldillo de tomate o relleno de Flor de calabacín, maíz y queso, como éste:

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O bien, una degustación de Tacos, pues con eso nunca iba a fallar, servidos en una bandeja con guacamole, pico de gallo, salsa roja, tomatillo verde, chiles jalapeños, cebolla, cilantro y frijoles refritos, con tortillas de maíz, trigo o mixtos y de alguna de las variedades como de nopales (cactus laminado), bajas con crema y rojas de chile, o carne de cerdo, pollo, cochinita pibil…

En fin, que por oferta, que no quedase. De bebida, y por imposición, tenía que pedir sin duda Margaritas, pues la carta de vinos no es extensa y de lo que se trataba era de soltarse la melena.

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Y para alargar la cita, el postre también era obligado, una tradición oblea de hojaldre mexicana:

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Trabajo de campo hecho, los ingredientes de la cita ya estaban listos. Solo faltaba que Juan lo condimentase con su mejor encanto y don de gentes con el fin de que la receta de aquella noche saliese perfecta. Cuenta la leyenda que el convite no le fue mal del todo, la damisela se dio un homenaje pantagruélico, quedó impresionada por la elección del establecimiento y Armando dio lo mejor de sí mismo para que aquel encuentro llegase a buen puerto. Sin embargo, de La Chilindrina, hemos vuelto a saber, y para que nos vamos a engañar, más bien poco.

Al día siguiente me levanté más temprano de lo normal, con la curiosidad propia de un felino y el corazón en un puño, esperando un mensaje del mi amigo el triunfador relatando con pelos y señales su hazaña, y dispuesta a dejarle de llamar Juan y poder ensalzarse con su nuevo sobrenombre de conquistador de las Américas, Hernán Cortés.

Pero no tenía mensaje de Juan sino, sorprendentemente, de Nacho. “Mapi…llámame urgente, necesito que me recomiendes un restaurante francés…!!!!”. Suspiré. Al ritmo de Edith Piaf, me volví a hacer unas tostadas. Y si no, para que están los amigos

Precio medio: 28 euros

Dónde: C./ Recoletos, 13

Tel.: 91 575 64 53

Web: http://madrid.mestizomx.com/

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1 thought on “MESTIZO, UNA HISTORIA DE AMOR A LA MEXICANA”

  1. Querida, llevo tiempo con antojo de mejicano ya tras tu excelente relato voy a probar tu recomendación. Un beso grande y muchas gracias. Tienes un seguidor más….

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