¿PERO QUÉ ES UN GASTROBAR?
Lo de decir que te vas a cenar a un triste y llano “restaurante” ya no está de moda. Ahora, o te vas a un gin club, a un bistró o a un gastrobar o estás obsoleto. Y lo cierto es que esto del marketing no se le da del todo mal al sector de la restauración, que con la crisis de 2008, se pusieron las pilas y los grandes cocineros que por suerte tenemos en España se inventaron este término para acercar sus platos de autor a las clases, digamos, más populares.
Un “gastrobar” es, en definitiva, un establecimiento que ofrece cocina de autor con productos de primera calidad y materias primas de temporada, todo ello trasladado a raciones, tapas y pinchos elaborados en el momento, con la rapidez de un simple bar. Y lo que es más importante, a un precio asequible. De hecho, no todos los que se denominan “gastrobar” lo son en realidad (me vais a permitir no decir nombres): a algunos les falla el chef, que no es de primera categoría, a otros el producto, de calidad media, y a muchos otros y por desgracia, el precio.
Tras la apertura del primer gastrobar en Madrid, Estado Puro de Paco Roncero, muchos otros le siguieron como VICOOL de Sergi Arola o Le Cabrera al mando de Diego Cabrera (encantador, por cierto).
Hoy el que os presento es el de Pedro Muñagorri, apodado con su mismo apellido, y con renombre por haber pasado por La casa Nicolasa de San Sebastián (y que pasó a mejor vida) o el restaurante Zeria, especializados en pescados y cocina vasca.
Primero llegó la apertura de su local en Las Rozas, y a finales del año pasado se trasladaron a la calle Padilla, a un local donde ofrecer tapas en su amplia barra hasta platos más elaborados en el comedor, todo bajo una decoración entre ladrillo y madera sobria y simple, pero acogedora.
La carta , muy escueta pero inteligente – como las de los buenos restaurnates – ofrece entrantes similares a los del salón, con clásicos como las croquetas de jamón ibérico o el carpaccio de presa ibérica ahumada con aceite de trufa, a platos más elaborados como el foie mi-cuit a las especias con almendras o las boletus salteados con jugo de carne y yema de huevo.
También encontramos pinchos fríos y calientes en barra desde 4 euros, como el de morcilla de Beasaín, steak tartar, la tartaleta de txangurro al horno, el pudin de cabracho con mahonesa de piquillos o la sardina ahumada, confitura de tomate y pan de aceite.
En el salón, se degustan platos provenientes de la mar ya en torno a los 20 euros, como los chipirones a la sartén rellenos y encebollados, a lomos de salmonetes fritos o el bacalao confitado con piperrada. Y desde el campo nos traen el foie a la plancha con jugo de carne y puré de reinetas, el lomo de ciervo en escabeche o uno de los referentes de la casa, el pichón bresse asado en su jugo y foie.
Muñagorri también nos tienta con una variedad de dulces más clásicos como las cañas rellenas de crema o la tarta de manzana con helado de avellana, varios sabores de helados como el de queso stilton y una tradicional torrija templada con helado de arroz con leche.
En definitiva, podríamos decir que este restaurante es gastrobar a medias pues su carta de pinchos de la barra respeta el precio, aunque en el comedor, la cuenta sube más.
Dónde: C./ Padilla, 56
Tel.: 91 401 47 41
Precio medio: 25 euros en la barra y 50 euros en el salón
Web: http://www.munagorrirestaurante.es
Jajajaja que divertido…hay un dicho: » aunque la mona se vista de seda, mona se queda » para mi es el fracaso o frustración por querer inventar lo ya existente, igual que en estos días vi un Resto bar » establecimiento de restauración que puede ser considerado una mezcla entre Restaurante y Bar.» por favor no desfiguren la esencia de la gastronomía.
¡Muy bien! Un artículo muy interesante. La verdad es que ha pasado algún tiempo y parece ser que el concepto de gastrobar se está volviendo a poner de moda.
Solo esperemos que se siga manteniendo la comida de calidad y el servicio a precios que sean asequibles para el consumidor.