EL CURIOSO ENREDO DE LAS BRAVAS EN EL BARRIO DE SALAMANCA
Andaba yo el otro día trapicheando en Internet y cotilleando las elecciones de platos de los neonatos restaurantes que han abierto por el Barrio de Salamanca en estos últimos días (he de decir que con tantos paseos bohemios y clandestinos que me ha dado por hacer los fines de semana por el Barrio de las Letras y Chueca a éstos los tenía un poco dejados de la mano de Dios), cuando de repente “Eureka!”, me dije cual Arquímedes descubriendo la propiedad de la densidad mientras estaba sumergido en su bañera. Yo no salí corriendo desnudo por la calle como cuenta que hizo el genio ante su hallazgo, pero sin duda me sentí orgullosa pues me acaba de terminar de leer el Enredo de la Bolsa o la Vida, libro del todo recomendable de Eduardo Mendoza, así que tenía mis dotes detectivescas aún a flor de piel.
Si aún tener claro si me identificaba más con el espíritu aventuresco del Sherlock Holmes o la perspicadia de Miss Marple, ahí estaba, delante de mis narices, el resultado de una ardua investigación sin precedentes, fruto de un análisis exhaustivo de la oferta gastronómica de los cuatro recién aterrizados restaurantes del quartier, nacidos a la sombra de la clase alta, lo que todos y cada uno de ellos tenían en común: LAS PATATAS BRAVAS.
Sí, sorprendentemente, una y otra vez se repetían, como si no hubiese sido fruto del azar sino de una conspiración aun mayor consistente en encumbrar las brave potatoes por encima de otros blasones y buques insignia nacionales como el bocata de calamares, al cual ya rendí su pertinente homenaje todo sea dicho. «Interesante…», murmuré a mi perro Napoleón de reojo, aún sobresaltado por aquel efusivo «Eureka«. Los cuatro nuevos comedores recién nacidos y con escasas semanas de vida, tenían ese mismo hilo conductor y orgullo nacional donde los haya, oséase, patatas con salsa picante en su carta. Un orgullo para una gata de padre y madre como yo, y amante de esta ciudad que siempre sorprende con nuevos establecimientos donde darle al papeo.
«Elemental Querido Watson..» le dije a Napoleón que me miraba aún atónito, pues lógicamente es un plato bueno, bonito, barato, y además, famoso en la comanda de cualquier españolito medio que se precie, ronzando claro está, el podium con las croquetas, por las cuales ya he confesado devoción en sucesivas ocasiones, y la tortilla de patatas (homenaje por llegar).
Hubiese dicho que encontrar aquellas bravas repetidamente había sido objeto del azar de aquellos chefs elaborando sus menús, y que mi capítulo de aventuras había llegado, sin más, a ese burdo y llano fin, pero ahí, sin duda, había gato encerrado, y que quizá había una trama aún más historiada que los micrófonos de Obama, así que me he quedé con la mosca detrás de la oreja pensando en que quizá aquello sería el gancho de mi futura novela, por lo que dejé el misterio para otro momento y continué mi investigación sobre tan humilde manjar, y su éxito inesperado en aquel barrio de alto copete.
Así que aclarémoslo por si a alguno aún le quedaba duda. Es por todos sabido que unas bravas NO son ni mucho menos unos tubérculos bañados en kétchup. Tampoco son patatas cocidas en salsa de tomate frito. Ni creaciones con salsas multicolores entre las que se encuentra el alioli. Rotundamente NO. Que las bravas se hacen con cariño y tienen su aquel.
Y ya que me pongo, aclarémoslo también. Que el origen de este plato, es de Madriz, Madriz, Madriz. No sabemos si de Casa Pellico o la Casona, ambos bares ya desaparecidos, pero de Madrid, y muy typical Spanish. Y que incluso así hasta nos lo ha reconocido la ONU, que entre cumbres y resoluciones tuvieron tiempo de hacer una recopilación mundial de recetas de patatas donde se incluye una receta de las patatas bravas como un plato típicamente español.
Dicho lo cual, como diría aquel slogan, y dado que ese trata de un plato de patatas y salsa, en definitiva, aquí el secreto está lógicamente en la patata pero también, en lo segundo, donde existe cierta controversia sobre los ingredientes, aquellos que defienden la presencia del tomate y otros que opinan que no debe llevarlo y que su color se debe a la presencia del pimentón.
Sea como fuere, si vives por el Barrio de Salamanca quizá ya hayas probado alguna de las recién llegadas con el verano, como las bravas de niMÚ Bistro en Goya, establecimiento del que ya os hablé el otro post, muy picantitas y a 8 euros (las de la foto), o de LAMORAGA en Jorge Juan, a 5,50 euros.
Mención especial y un pequeño stop para comentarlas merecen las del nuevo restaurante Tengo, en Juan Bravo. La salsa, preparada por Alejandro Peñas, está basada en la receta tradicional y las patatas se fríen con una limpieza absoluta.
Este restaurante que acaba de nacer tiene una filosofía sencilla: buena materia prima, bien elaborada y ofrecida todos los días a precios más que asequibles. La mayoría de platos está disponible en medias raciones y cada día se lanzan nuevos “tengos”: elaboraciones efímeras disponibles hasta fin de existencias. Su carta ofrece además, una selección de recetas simples pero muy bien elaboradas: ensaladilla, guacamole, picapollo,…
La decoración tiene estilo e incluye un pequeño espacio con mucho encanto llamado la floristería…y como colofón, la mayoría de tapas, por 4 euros y la ración de bravas algo más cara, 9 euros.
Pero no puedo cerrar un reportaje sobre bravas sin mencionar las de Arola aunque solo sea por famosas, y como era de esperar, las más caras, por 9,50 euros la ración, pues son de autor. Mucho os he hablado de los gastrobares o la versión low cost a base de tapas confeccionadas de los grandes chefs reconocidos. Este es el caso de Vi Cool de Sergi (muchos de vosotros conoceréis ya el de la calle Huertas), que ahora estrena hermano gemelo en el barrio de Salamanca, concretamente en la calle Lagasca con Jorge Juan.
La carta es la cocina más desenfadada de creador, reinterpretando las tapas tradicionales e innovando en su presentación, como en el caso de estas famosas patatas que ofrece a 9,50 euros la ración. Mini-cilindros de patata confitada, rellenos de salsa picante de tomate y rematados con alioli (para gustos hay colores, pero a mí no me emocionaron). Mucho mejor otros platos como el Salpicón de buey de mar y bogavante, los Vicooooles, o wraps mitad temaki/mitad kebab de jamón ibérico, de salmón ahumado, queso freso o verduras, Los taquitos de tortilla de patata y cebolla o los Langostinos fritos con curry y menta como los de esta foto:
Ahí están, las cuatro propuestas de nuevos establecimientos de buena relación-calidad precio en el Barrio de Salamanca. Y todos ellos, con patatas bravas en sus cartas. Curioso cuanto menos…habrá que seguir investigando.
LAMORAGA:
Precio medio: 20 euros. Ración de patatas bravas, 8,50 euros
Dónde: C./ Jorge Juan, 22
Tel: 91 435 45 51
niMÚ BISTRO:
Precio medio: 30 euros. Ración de patatas bravas, 8 euros
Dónde: C./ Goya 31
Tel.: 91 426 32 25
web: http://www.nimubistro.com/
TENGO
Precio medio: 25 euros. Ración de patatas bravas, 9 euros
Donde: C./ Juan Bravo, 41
Tel.: 91 016 72 88
Web: http://www.tengorestaurante.es/
VI COOL
Precio medio: 25 euros. Ración de patatas bravas, 9,50 euros
Dónde: C./ Lagasca, 32
Tel.: 91 435 57 01
Fantástico artículo, da gusto encontrar este tipo de páginas en la web donde degustar una crítica gastronómica se convierte en un plato tan apetecible. ¡gracias Mapi!
me ha gustado su artículo, enhorabuena
Muchas gracias Rafael!!
Gracias a ti Aurelia por tu comentario 🙂
En Barcelona hace años que venimos disfrutando de las patatas bravas de Sergi Arola en el Restaurante Arola del Hotel Arts. A mi, particularmente nunca me habían entusiasmado las tradicionales. Pero éstas, las encuentro sabrosísimas, con una textura finísima y delicada. Al comerlas es como una explosión de sabores en su punto. En mi opinión, son deliciosas.