LA PENÚLTIMA CENA CON MIS AMIGAS
La Semana Santa acabada, y aquí de nuevo frente al ordenador, con una página en blanco delante de mi. Echaba de menos este momento y tan sólo han pasado unos pocos días desde que no escribo. Dicen que el mayor miedo del escritor es enfrentarse a ese mundo irreal e infinito repleto de historias por contar detrás de una pantalla vacía, un escenario insondable al principio y que tecla a tecla comienza a ser fabricado por él mismo donde las paredes desaparecen y se ve embarcado por un impenetrable mundo de sueños, fantásticas aventuras o vivencias que se hacen realidad a través de las palabras.
Una vez más, navego entre mis últimas experiencias vividas y espero escribiendo estas líneas que sea la historia la que me encuentre a mí, como en otras tantas ocasiones en las que me siento esperando hablaros de algo que luego nada tiene que ver con el resultado de mi relato.
Pienso en qué contaros, y en todas las fuentes de inspiración que he tenido estas vacaciones. Lugares sorprendentes como la Mezquita de Córdoba, restaurantes merecedores de comentarios como el nuevo y homónimo de Dani García en Puente Romano de Marbella o anécdotas facilonas para captar vuestra atención que de vez en cuando anoto en mi cuaderno de bitácora.
Hoy, sin embargo, divago entre mis días pasados, y una única fuente de inspiración me viene una y otra vez a mi cabeza: los sabios consejos de mi amiga Guadalupe, con la que he pasado la mayor parte de mis días de descanso. Siempre digo que en la vida hay personas que tienen opinión y otras que, o no la tienen, o se la reservan. Yo me quedo con las primeras. Nada me parece más importante, que tener siempre un punto de vista de las cosas.
Periodista en un programa de investigación del cual no puedo decir el nombre porque pone en evidencia a malos malísimos, Guadalupe es, sin duda, mi amiga con más criterio. Es sagaz, astuta e inteligente. Su espíritu periodístico se traslada en la vida real en una personalidad arrolladora y en una intuición que en la mayoría de los casos siempre culmina en un sexto sentido revelador.
Viajábamos juntas ayer en el coche cuando le pregunté por aquello de sacar tema de conversación en medio de la caravana propia de un Domingo de Ramos – ardua tarea, que ya nos teníamos muy habladas después de tantos días de andanzas juntas-, qué tema pensaba que debería abordar en mi siguiente artículo. “Habla de las cenas que tú organizas, Mapi, eso es mucho más interesante”, me dijo, con esa seguridad tan característica y el aplomo propio de una periodista curtida en la materia.
Así que en honor a Guadalupe, y esperando que realmente sea relevante para vosotros, de nuevo esta historia me ha encontrado a mí sin yo haberlo querido, y paso a comentaros la «penúltima» cena que organicé con mis amigas, porque las cosas buenas pasan siempre por penúltima vez, con el fin de daros ideas de algunos platos handmade y que no os pueden venir del todo mal para reciclaros tras haber disfrutado de algún que otro festín fuera de casa como yo durante estos días de reposo vacacional.
Ya en otros post os he hablado de mis colegas, y como habréis podido intuir además de ser todas estupendas y agraciadas con una constitución innata que les permite permanecer delgadas permanentemente, se cuidan, además, bastante la línea. Así que amenazaron con no venir a cenar si no cumplía dos cosas: a) hacerles un menú ligero, y b), sentarme con ellas tranquilamente en la mesa y no andar de idas y venidas a la cocina durante el convite con el fin de disfrutar de la presencia de la anfitriona.
Ante semejantes juramentos tuve que pensar un menú sencillo, por un lado, basado en platos fríos que me permitiesen dejarlos preparados con antelación, y por otro, con una presentación y emplatado que una vez más pudiese llegar a sorprenderles, que una tiene ya un status que ha de mantener (véase, mi fiesta del AFTER NO WORK).
El primer paso, poner una mesa cálida y confortable…

…con detalles como las copas marcadas con pizarritas de Pippa’s Store, servilletas anudadas con lazos, panes de Cosmen & Keiless, o flores que en este caso fueron hortensias de Margarita se llama Mi amor, todo de mis tiendas favoritas de la Plaza de las Salesas:

Recurrí a una de mis páginas preferidas para comprar productos gourmet, Petra Mora, no sólo por la calidad de su oferta sino por el buen servicio de entrega del que otras muchas tiendas online no pueden alardear y que siempre ofrecen (también se pueden adquirir in situ en su tienda de la Calle Ayala, recomendable ir a conocerla), aperitivos obligados en las cenas de mis camaradas antes del convite porque siempre hay alguna que se retrasa (suele ser Eugenia, todo hay que confesarlo) y no es gusto tener cinco féminas salivando en mi salón. Así que preparé esta pequeña mesita de canapés:

Y adquirí unos originales productos salados: almendras marconas fritas al pimentón, galletas saladas de queso de cabra, palmeritas rellenas con crema de aceituna negra así como un buen vino calidad precio de Ribera del Duero, Jacinta, para empezar, además de algún otro clásico en mis cenas como el albariño Martín Códax o el rioja Viña Ardanza 2004.

Estas delicatesen, con un cóctel de bienvenida de Mojito y Cosmopolitan servido en botellines de crital y divertidas pajitas de Klimer, que como sabéis ya es un must en todo evento que organice, la complementé con algún canapé como pimientos rellenos de queso fresco:

También tartaletas de camembert con pimiento o de foie con cebolla caramelizada servidas en una bandejas de falsa pizarra que me prestó mi amigo Fernando de la empresa de restauración Sodexo, el cual siempre me da ideas, y que sirvieron para abrir el apetito, mientras esperábamos, como ya era previsible, a Eugenia, que, una vez más, volvía a llegar tarde.

Finalmente, y con el fin de hacer una cena distendida y extensa, me decanté por tres primeros más ligeros y un segundo más contundente (muy a mi pesar de mis amigas, pero como todos los primeros se basaban en pescado, de segundo era obligada una carne).
Recordé el gazpacho de cerezas de Lamoraga, así que, entre buscando por Internet, di con una receta de gazpacho de frambuesas (aquí la receta que customicé yo misma) que envasé en botellas de gin tonic para los que utilicé chapas y un verdadero cierra botellas, también de Klimer, que personalice con el nombre de cada una. Para rizar el rizo, pensé que quizá era lo mejor que cada una lo customizase, a su gusto, así que la crema de queso, pistachos o frambuesas decorativas que supuestamente se vierten por encima los puse en el lateral y la crema, dentro de un tubo de pomada que llené por detrás y cerré.

Como segundo entrante, y siempre pensando en algo ligero, busqué y rebusqué hasta encontrar unas mini burratas individuales en Accademia del Gusto, una de mis tiendas favoritas de productos italianos en Madrid situada en Cuatro Caminos. Tenía algo de trufa que me había traído mi amiga Marta como regalo hace unos días así que la piqué delicadamente sobre la burrata y condimenté con aceite Hacienda Guzmán de Sevilla, un virgen extra excepcional y de edición limitada (sólo se han comercializado 10.00 unidades), que al ser monovarietal de manzanilla le daba el sabor intenso y en su punto perfecto sin quitarle protagonismo al queso, añadiendo además aromas que me recordaban a tomate y hierba recién cortada. Como colofón, decoré con algo de granada, para dar el toque dulce y de color, así que el éxito de la propuesta estaba asegurada.
Y para completar, un plato redondo lacado en negro e idóneo para resaltar el producto de Klimer y un trocito de craker integral también de Petra Mora con delicioso queso emmental y un variado de semillas: calabaza, girasol, sésamo y lino.

Y como tercer plato, un tartar de salmón y langostinos con aguacate presentado en estos botes herméticos, que maceré muy bien en salsa Perrins, soja y mostaza, y al que añadí algo de cebollino, cilantro y un par de langostinos para decorar con semillas de amapola.

Como segundo, decidí decantarme con una carne hecha al horno con aceite y especias cortada en finas lonchas, a la que le añadí una salsa de ciruelas, unas cebollas chalotas glaseadas y un punto de compota de manzana que se puede hacer o comprar en tiendas online como mumumío. Sin duda, el toque perfecto fue la bandeja de cristal, que ponía en valor la variedad de la composición.

Pero si algo les gustó a mis amigas, que para aquel momento ya habían abandonado toda dieta posible, fue el postre. Había descubierto hace poco una nueva línea de alta pastelería de tartas recién llegadas a El Corte Inglés que trabajaban en su obrador, con ingredientes de primera calidad y un proceso de elaboración totalmente artesano.
La novedad es que están hechas con base de sablé, rellenas de limón y merengue, chocolate y frambuesa o violeta.

Impresionantes la de zanahoria y la de té verde. Y fijaos en la espectacular bandeja de Klimer en las que las serví, ensalzando el colorido contenido:

Y como siempre, como culmen, nuestra barra de gin tonics, esta vez, con gominolas de Pippa’s Store, mi tienda favorita de pequeños detalles para evento de la Plaza de las Salesas.

Y así transcurrió la jornada. No sé si el olfato periodístico de Guadalupe realmente habrá servido para dejaros inspirar por un momento con esta cena, o al menos, os habrá aportado alguna idea que poder imitar en alguna ocasión. En todo caso, yo me voy satisfecha una vez más a dormir con mi página en blanco ya escrita, por haber dejado aquí una vez más relatadas mis vivencias, y haberlas podido compartir con algún que otro gastrónomo. Buenas noches…
Perfecto y sublime! Será complicado igualarte, aunque tengo el mismo precioso mantel de la mesa.
Gracias por tu constante inspiración!
He disfrutado muchísimo leyéndolo, gracias por compartirlo.
Una vez más, Fabuloso!¡
Mapi!!
El mejor post en mucho tiempo sin desmerecer el resto.. Acabo de cenar y ni por esas se me ha abierto un apetito voraz pero exquisito.. viendo las delicias que preparaste.. Y yo que me lo perdi.. Es imperdonableeee!
Gracias Elena, te echamos de menos 🙁
Me encanta como está todo hecho, la decoración, la mesa todoooooo,invitamé algún díaaa :))