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CRÓNICA DE UNA CENA EN SOY KITCHEN

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Lunes, 19 de mayo

12:00. Llamo a Soy Kitchen para hacer una reserva tras haber leído un curioso artículo de Carlos Capel en El País. Tardan en coger el teléfono. Una oriental que chapurrea el español responde al otro lado. “Hola, quería hace una reserva para este jueves, por favor”. “Disculpa, no oye”. Me replica entre ruidos. “Sí, que llamaba para hacer una reserva para el jueves”…“No oye. MOMENTO. Salir fuera”.  Se corta el teléfono.

12h01. Vuelvo a teclear el teléfono de Soy Kitchen. De fondo, un sonido de cafería de barrio. «Hola, quería hacer una reserva para el jueves, he llamado hace un momento pero se ha cortado«. «Sí, MOMENTO«, me vuelve a responder…vuelvo a esperar unos segundos. “Jueves, completo”. “Oh vaya…” respondo. “¿Y viernes?“. “Completo”. “¿Sábado?”. “Completo”. Desisto en la hazaña de recitar todos los días de la semana. “Y cuando tendríais una mesa libre…”. “MOMENTO, no oye”.

12:02. Me empiezo a inquietar. Vuelvo a esperar varios segundos…“sí, una mesa libre, 12 de junio,”. Está visto, para cenar en Soy Kitchen tengo que esperar un mes. “Bueno, pues quería reservar para el 12 de junio…”.

Jueves, 12 de junio

22:00. Me dispongo a cenar en Soy Kitchen. He engañado al único amigo friki que se deja. Dos chicas fuman entorno a un barril debajo de un cartel que indica “Vinos y Copas”.

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Llego puntual, y ahí está, mi amigo Jaime, esperando. Es un bareto cutre de la Plaza de los Mostenses, feo por fuera y por dentro. La máquina de tabaco y la tragaperras, un mostrador con anchoas, boquerones y demás encurtidos, una estantería con varias botellas de Beefeater semivacías, y una pizarra que indica alitas de pollo 5,50€ y bocata de calamares 3,50€, le dan un cierto toque kitsch y decadente al local. Me fijo en los cuadros de la pared, fotos de platos asiáticos, descolocados.

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El público en cuanto menos, variopinto. “¿Has dicho que teníamos una reserva, Jaime?”. “Sí, la chica me ha dicho ´MOMENTO´ ya no sé más”. No sé por qué, pero intuía que la china del mostrador iba a responder eso. Por fin le pongo cara. Está en la barra, poniendo cervezas de grifo. No para de coger el teléfono. Es, precisamente, tal y como me la había imaginado. “Disculpa, teníamos una mesa”. “MOMENTO, MOMENTO…”. En fin.

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22h:30. Seguimos esperando en las banquetas alta de la barra. El único vino que tienen por copa es un blanco peleón. Nos ponen aceitunas. El MOMENTO, se convierte en media hora. Los comensales del turno anterior no han terminado aún de cenar. Deben estar en otro comedor, porque allí, además de nosotros y otras dos paisanos tomándose una cerveza, no hay nadie.

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Intuimos, aun así, que la espera merecerá la pena.

22:35.Pueden subir”. Nos dice la asiática. Es de todo menos simpática. Subimos unas estrechas escaleras que nos llevan a un pequeño comedor con 4 mesas. Hace calor. “Al menos las mesas tienen mantel”, pienso. Las cortinas son de flores horteras.  Las sillas son incómodas y un ventilador de techo hace girar lentamente sus aspas.

22:40.Bebida, por favor”. La camarera nos lanza la carta. Es muy modesta.

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Cuento un total de 19 referencias. Tienen Pingus a 54 euros y un crianza a 13 euros. “Curioso…”, pienso. Nos decidimos por cerveza japonesa. “¿Podría traernos la carta, si es tan amable?”. “NO carta”. Y la camarera se va.

22:45. Llega el primer plato.Navajas y sushi pez mantequilla”. “Poner salsa roja en navaja y luego sushi”. Se explaya la camarera. “Qué mala pata, no me gustan las navajas…”. Le digo en voz alta. Parece que no me ha escuchado. Así que hay que probarlas. La navajas pasan de no gustarme a encantarme. No saben a mar y el tacto es el de un suave calamar que combinado con una salsa semi-picante, las hacen una delicia. El sushi, sedoso y perfectamente cocido.

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22:50. Aparece Julio. Lleva zapas Converse, gafas de pasta y peinado malasañero. Es un chino hipster. Habla entrecortándose, “¿ha gustado, ha gustado?… navaja cocida 4 segundos luego congelado salsa picante especias japonesas, sushi con nabo…”me pierdo en la descripción, es imposible seguirle con mi libreta. Por otro lado, nunca hubiese dicho que aquello llevase nabo. “Aquí no carta. Yo ver personas y 5 segundos saber qué quieren”. “Saco plantos. Cuando lleno, dices basta”. “¿Gustan ostras?”. Jaime me mira raro. “Mejor alguna otra cosa…”.

22:55. Llega el segundo plato.Fideos ”. Nos describe generosamente la camarera. Qué don de palabra. ”Ahora yo mezclar todo con salsa”. Se dispone a remover el plato como si su vida dependiese de ello. Son delicados fideos chinos, no se rompen, están cocidos al dente, y combinados con verduras y una salsa indescriptible. Aquello está de muerte.

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23:00. Miss Simpatía trae el tercer plato.Tallarines con huevo”. Buscamos el huevo, y ahí no lo encontramos por ningún sitio. “Hemos entendido mal…”, le digo a Jaime. “De verdad, que ha dicho huevo!”. Independientemente o no, el plato está exquisito. Sale Julio de la cocina escopetado. “Seta de agua japonesa con picante y crema de huevo”. “¿Huevo?”, cuestiono. Porque aquello parece tartar de atún. Me encanta el sabor de los fideos fritos que lo cubren.

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23:15. Julio reaparece. Va cargando con una bandeja de Bogavante. “Hoy ir al mercado, mucho pescado rico, lubina, pez mantequilla, ostras, bogavante, rico bogavante…”, me vuelvo a perder entre sus palabras. “Salsa rica, lo mejor del bogavante, muy rica rica rica, ¿más hambre?”. Nos miramos. Ya estamos que reventamos, y aún nos falta terminar semejante pieza. “Jaime, nos van a meter una clavada…”.

Está visto, que el cilantro y los fideos fritos es un must en los platos. Al bogavante lo acompañan dos piezas de dim sum, la pasta es tierna y chiclosa, y están muy  jugosos.

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23:30. En la bandeja no queda nada. Hemos rebañado, literalmente, el bogavante. Julio reaparece, “rico, ¿eh?”. Asentimos, y le felicitamos. Se vuelve a marchar. Es visto y no visto.

23:40. La camarera dicharachera reaparece. “Hoy postre, helado té verde, plátano relleno, …” describe postres poco atractivos. Optamos por el helado. No es lo mejor de Soy Kitchen, o al menos, lo que menos sorprende.

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23:45. Julio sale de nuevo de la cocina. Mira las mesas, observa las caras de los comensales, se acerca a nosotros. Intentamos charlar con él, pero es complicado entenderle. Es una locomotora hablando. “Yo trabajo en China, luego Pamplona. En Hong Kong restaurantes modernos, bonitos, no como éste. Éste muy feo. No bonito. Buscar local en Madrid, aquí pequeño. Mucho famoso. Yo no conocer…”. Nos explica que ha abierto hace dos meses y desde la primera semana ya hay lista de espera. Añade que compra la comida en el mercado de enfrente y cada día se inventa recetas. Es un artista y alma libre en los fogones. “Yo en Hong Kong, Jongping Zhang, en España, gusta nombre Julio”.

23:55. Llega la cuenta. Los platos cuestan 10 euros, el bogavante 20. Por cerca de 40 euros cada uno, hemos cenado. “Ufff…!». Supiramos aliviados. La cuenta se acompaña de dos mini helados de chocolate de Magnum. Al final, aquello no deja de ser un chino. Queremos alargar la cena, pero ahí ya se ha ido todo el mundo.

23:59. Bajamos las escaleras. La china que cogía el teléfono ahora está partiendo jamón. Jaime y yo nos miramos…aquello es surrealista. Y nos vamos a casa, pensando en cuando volvemos a hacer la siguiente reserva.

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Precio medio: 40 euros

Dónde: Plaza de los Mostenses, 4

Tel.: 91 548 88 79

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2 thoughts on “CRÓNICA DE UNA CENA EN SOY KITCHEN”

  1. Hice una reserva con tres semanas de antelación porque quería celebrar mi cumpleaños ahí. Pocos días antes llamé para confirmar la reserva y pedí que en vez de las 21.30 fuera a las 22.00. Cuál es mi sorpresa cuando llegamos (iba con mi familia, mi hermana venía de fuera de Madrid expresamente para la cena) me dicen que no hay ninguna reserva a mi nombre. Me dicen que tendré que esperar y me recomiendan que nos demos una vuelta y que volvamos en unos 20 minutos que había una mesa que se iba a marchar. Se quedaron con mi teléfono por si se libraba la mesa antes de que volviéramos. Así que así hicimos. Volvimos a los 20 minutos y nos dijeron que nos fuéramos, que no iba a haber mesa disponible en toda la noche. Lo que hicieron mientras que estábamos esperando fue colocar a la gente que estaba esperando mesa, porque cuando miré a la mesa que supuestamente se iba a levantar, eran personas diferentes. El trato recibido por el personal del sitio no pudo ser peor. Un camarero argentino nos trató tremendamente mal, nos llegó a faltar al respeto. Yo insistía en que había hecho la reserva, no era la primera vez que iba, y que ellos se habían equivocado gestionándola y les pedía una solución, era mi cumpleaños!! Fui a hablar con el supuesto chef, y dueño del restaurante y de muy malas formas me dijo que me fuera. Enseguida vino el empleado argentino a decirme que no hablara con el chef, que hablara con él. El dueño le dijo al argentino que nos quería fuera del restaurante inmediatamente. No he visto en mi vida un trato semejante al cliente con tan poca empatía y delicadeza. Solo se dedicaron a echarnos literalmente de su restaurante, nos gritaron, nos hablaron mal, no nos dieron ninguna solución, no nos pidieron ni tan siquiera perdón. Tener un restaurante no solo es preparar platos supuestamente buenos, sino tratar bien a tu clientela y cuando hay problemas, el jefe tiene que dar la cara y aportar soluciones, no echar a 5 personas que venían a celebrar algo y echarles sin ningún tipo de miramiento. Al final, a las 23.00 de la noche tuvimos que buscar un sitio para cenar… Afortunadamente encontramos un sitio fabuloso cerca donde nos trataron como se debe tratar a un cliente, primero como un ser humano, y segundo con respeto y amabilidad. Este señor chino, que se las da de súper chef innovador, se le ha subido bastante a la cabeza y deseo de corazón que la vida le pague con la misma moneda. No se merece el éxito que tiene y espero que algún día tenga tan vacío su restaurante que tenga que cerrar. Insisto, no se puede tratar tan mal a un cliente.

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