A DE ARZÁBAL, EL SECRET CLUB DE LAS COSAS ESPECIALES
Coincidiréis conmigo en que la vida, algunas veces, te sorprende con momentos especiales. No son grandes cosas, son tan sólo cosas que no esperas, momentos excepcionales que se graban en tu memoria y que sabes que permanecerán para siempre.
También coincidiréis conmigo en que aquellos restaurantes que más nos gustaron son aquellos que fueron especiales por algo o en el que viviste algo excepcional. Unas veces es la energía del encargado, que te envuelve contándote todas las bondades del establecimiento. Otras veces, todo consiste en esa decoración eclética o vanguardista que nunca antes viste y que te impacta y hace excepcional aquella cena que hubiese pasado desapercibida. En otras ocasiones, es ese sabor de aquel plato que degustaste y que curiosamente te recuerda a un momento de tu infancia o a un viaje. Y en algunas otras, en definitiva, todo consiste en la compañía con quien lo visitaste.
No sé si por alguna de estas cosas, por todas, o por ninguna, pero si hay un establecimiento que para mí ha sido especial últimamente, ese es A de Arzábal.
Y en primer lugar, porque A de Arzábal es un “secret club”, o lo que es lo mismo, un espacio privado importando de otras ciudades donde funcionan con éxito como Nueva York, Londres o Milán, con acceso restringido únicamente a socios o a aquellos que gestionen una reserva con antelación. El local pasa desapercibido bajo una cristalera tupida negra para los paseantes de la zona de Retiro, sin cartel identificativo y con dos puertas blindadas que se abren sólo pasando una tarjeta.
Limitado a 700 socios (que pagan una cuota anual de 300 euros), ser miembro permite entrar sin reserva junto a tres acompañantes y disfrutar de experiencias exclusivas tanto dentro como fuera del club, pues los socios reciben cada mes un calendario de eventos que cubre desde moda o arte hasta música y gastronomía.
Especiales son también, las curiosas normas de A de Arzábal con el fin de mantener el ambiente relajado, íntimo y exclusivo, y que si no se cumplen pueden provocar incluso la expulsión del club, como es “respetarlo como si fuera su casa”, “ser discreto con el uso de dispositivos móviles y fotográficos” y la que más me gusta, “los caballeros no deben presentarse a las damas, sin previa invitación a champagne, las damas no duden en establecer conversación con algún caballero si así lo desea”.
Pero afortunadamente para los más mundanos, en A de Arzábal, no es necesario ser socio para disfrutar de algunos de sus ambientes. El club se divide en tres espacios diferenciados. En primer lugar, una coctelería, presidida por un altar en el que brillan las botellas retroiluminadas, de luz tenue, en el que color negro es protagonista. Este espacio está abierto a todos previa reserva y es perfecto para disfrutar de uno de los 40 cócteles preparados por Pablo Collantes o picar algo de la carta en su larga mesa con sillas altas.
En la planta baja se encuentra el living, un salón restringido para los socios con mesitas bajas, con capacidad para 35 comensales y que mezcla la decoración British con un toque vintage, con sus sillones chester, baldosas hidráulicas, techo artesonado, curiosas figuras de rinocerontes en acero, peceras virtuales, maderas o terciopelos.
Además, A de Arzábal ofrece a sus socios la posibilidad de hacer uso de dos espacios reservados. Uno con capacidad para cuatro personas y otro para doce personas a los que se accede por una estrecha escaleta de caracol, en la planta superior.
Otra de las cosas que hacen especial a A de Arzábal es que conviven a la vez dos cartas, una tradicional y otra japonesa, pues es el espacio inferior hay una barra donde elaboran las propuestas asiáticas en el momento.
El restaurante ofrece platos habituales de sus ya consolidadas y restaurantes vecinos, Arzábal, como las croquetas de ibérico, el huevo poche con setas encebolladas y parmentier, la coca de sardinas y verduras o los fingers de pularda además de una escogida selección de conservas y embutidos ibéricos, como el jamón Arturo Sánchez (D.O. Salamanca, en la foto).
También encontramos platos contundentes como el arroz con pichón, rabo de toro (en la foto) o risotto de setas y trufas.
Entre la propuesta de bocados asiáticos, destacan la ensalada de cigalas picantes, los usuzukuri de mero, vieira o pez limón o la escogida selección de temaki, makis y sashimi. Llama también la atención el atún flambeado con mostaza y tamari (en la foto), el pez escolar con trufa o el pez limón con tocineta ibérica. Completa la oferta asiática una extensa lista de nigiris que viene coronada por el bocado de 30 gramos de caviar Per Sé y huevo.
Especial también es su champanería, que cuenta con más de 140 referencias, tanto de grandes casas como de pequeños productores.
Y por último, si caben aún más especiales, lo son también los artífices del proyecto, los dos emprendedores que podrían parecer gemelos pero sin serlo, visionarios, de grandes ideas y siempre con ganas de más, Iván Morales y Álvaro Castellanos, a los que sólo me queda agradecerles haberse lanzado a este proyecto, y desearles el mismo éxito de sus dos tabernas predecesoras Arzábal.
Precio medio: 40-50 euros
Dónde: C./ Antonio Acuña, 19
Tel.: 91 435 88 29
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